Los primeros pintores eran cazadores explora nuestra relación con el morbo, la violencia y su representación en los medios y las artes visuales. La exhibición presenta videos, instalaciones, fotografías y pinturas donde la sangre es protagonista, indagando sobre las semejanzas y diferencias formales entre la escena de un crimen y una obra de arte. Una experta en criminología forense analiza manchas de pintura y habla sobre las similitudes entre un artista y un criminal; mientras una crítica de arte escribe un ensayo sobre la violencia. Peritajes, muerte y abstracción. ¿Puede un ojo no entrenado distinguir entre sangre y pintura? La investigación retoma una tradición pictórica vinculada al gesto impulsivo y primitivo (arte rupestre, expresionismo, informalismo), junto con recursos y citas al cine de género; para preguntarse sobre los límites del placer estético. Las escenas de caza, donde los primeros cazadores pintaban a sus victimas (bueyes, jabalíes) con minerales de un color sangre, se actualizan en el cine policial y de terror, donde nuevamente la pintura remite a la sangre. Las imágenes de violencia demandan una mirada atenta y cuidadosa. La violencia es sublimada y el temor o agresividad quedan satisfechos. El espectador sobrevive a la experiencia.

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